Dos horas enterrados vivos
Tres hombres caminan lento, con pasos calculados, cual garza en una charca, como un ladrón en la casa en la que percibe una tenue respiración, con el cuidado de un gobernante que huye para no encontrarse con sus molestos votantes.
Hacia adelante hay cuatro mil seiscientos metros de penumbra y hacia atrás, cuatro mil más. ¿Pero en la oscuridad qué es qué? Todo es igual. No hay puntos cardinales; y si los hay, la brújula no se ve. Absolutamente todo está mal.
No se escucha una sola voz, solo la lluvia que no cae del cielo, sino del techo de tierra. Son gotas, son chorros, aquí y allá. Y abajo están los charcos que alcanzan a ver cuando obturan los flashes de sus cámaras.
¿Por qué los olvidaron? En eso pensaban, pero no sabían qué responder. Si el presidente también se hubiera quedado, quizás ya hubieran regresado por ellos. ¿Qué le dirían si él estuviera allí? Si nunca pudieran salir, ¿quién sería el bueno, quién el malo, quién el feo?
¿Por qué ingresaron en esa boca monumental? Sí. Por la invitación. “Ya está listo el túnel de La Línea”, les dijeron. Si por lo menos hubieran almorzado, pensarían con más calma.
Dios quiera que no haya un terremoto, porque estar enterrado antes de morir no es lo normal. Pero tal vez en Colombia si es lo normal. ¡Qué ideas llegan! Eso también lo pensaron. Lo ideal es morir y después ser enterrado, no morir enterrado, que lo desentierren y luego regresar a la misma… La oscuridad puede enloquecer.
¿Y cuánto perdería el país si un sismo destruyera el túnel? Solo 956 mil millones de pesos. Entonces podría catalogarse el de los tres como uno de los entierros más caros del mundo.
Que por lo menos les cayera encima todo ese dineral en monedas, morirían con la impresión de ser tan ricos como los políticos que desangran al país o como Pacquiao vs Mayweather después de la desencantadora pelea del siglo.
Pacman se llevó ciento veinte millones de dólares y Mayweather, ciento ochenta. ¿Y si corrieran como él? ¡Cómo corría el moreno! No podían, en el túnel el aire escasea, como escasean los sueldos dignos en Colombia. Caminando en un hueco de 956 mil millones de pesos y con muy poco en el bolsillo.
Es por ello que quienes están desempleados o tienen un trabajo en el que ganan un sueldo mínimo dicen que se sienten en un túnel sin salida y que están asfixiados y que no pueden respirar. Es que en un túnel el aire no llega y el frío envuelve gota a gota.
Y cada gota golpea como un puñal, gota a gota, como un helado veneno; gota a gota, como una lluvia de muerte. En Armenia, una madre envenenó a sus tres hijos y después se tomó su dosis para evitar el hambre, para huirle a la pena, para por fin dormir tranquila, porque no pudo llevar un pedazo de pan a las bocas de sus pequeños. Mientras ellos sufrían, esas tétricas fauces ya habían devorado 629 mil millones de pesos.
Pero al constructor eso no le alcanzó. ¿Y cuánto perdería el país si ahora un sismo destruyera el túnel? Solo 956 mil millones de pesos. Ah, y tres reporteros, pero eso no importa. ¿Pero la megaobra, la megao…, la m…? Inconclusa, a medio terminar, fangosa, como la agonizante quebrada La Gata, que como un felino lame sus patas radioactivas.
Cuando esté lista, unirá al centro de Colombia con el occidente y al occidente con el puerto de Buenaventura y el puerto con el mundo. Y los niveles de accidentalidad disminuirán, porque La Línea ya no asustará con sus cerradas curvas tras las que hoy se acelera de frente a la muerte.
Un ingeniero les había hablado del día en el que se encontraron los frentes, el de Quindío, y su complicado terreno, y el de Tolima, y su tierra firme. Fue el 15 de abril de 2015 a las 6:30 p.m. 250 hombres cavaban en cada lado, los tolimenses con facilidad y los quindianos entre sacudidas, por las múltiples grietas en la corteza, y a esa hora se vieron cara a cara, después de derrotar las fallas geológicas de La Gata, Alaska, El Viento, La Soledad, Campanario y más, porque fallas es lo que ha habido.
¿Y el pico de La Línea? ¡Cae vencido!, como un toro que sintió la estocada en Galicia y se desangra por Bermellón. Tras haber fracasado, el constructor recibió como trofeo otros 327 mil millones de pesos más, mientras en el Quindío los deportistas siguen pidiendo la limosna que transforman en medallas de oro de esas que pronto se oxidan. Hay quienes posiblemente nunca saldrán de un túnel oscuro.
Tres hombres caminan lento, con sus botas mojadas. ¿Y si hay un nuevo atraso? La obra debió concluirse en 2013, pero el 2015 avanza y nada. La nueva fecha que les dieron fue el 30 de noviembre de 2016. Pensaron que esperar no era buena idea. Era mejor caminar hasta que encontraran la luz.
Así se fue el día, con pasos calculados, como un soldado en un campo minado, como un endeudado huyéndole a su cobrador, como un sicario siguiendo a su víctima, como una araña en su tela, como quienes andan detrás del presidente sin importar lo que dejen atrás.
Por Oliver G.S.
Publicada originalmente en La Crónica del Quindío (10/5/2015)