La Notaría Cuarta da fe de que el pasaje Yanuba es una letrina

El espacio, ubicado en pleno corazón de la ciudad, se convirtió en un cagadero. Tras la pandemia, el número de defecaciones diarias ha aumentado. Los libreros y los demás comerciantes del sector ya no saben qué hacer y están cansados de los paños de agua tibia de la alcaldía de Armenia. Muchos ciudadanos evitan pasar por allí, pues consideran que es una peligrosa cloaca.

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Hay un habitante de la calle que es muy decente; pasa y saluda a los libreros. Haciendo una especie de venia, sonríe y “buenas tardes, madrecita”, le dice a una de las damas que reciben a los compradores de libros en la puerta que da al callejón. No lo dijo, pero no aguantaba las ganas de ir al baño; pero para qué baño, si está parado sobre el pasaje Yanuba, la letrina más grande de Armenia.

Está en pleno centro de la ciudad y viene en decadencia. Los caminantes evitan pasar por esa zona. Como el área padece por el abandono estatal, alguien abre una ventana lateral del segundo piso de Bellas Artes y escupe hacia el pasaje una flema verde que no es bella ni tiene arte. No se fijó si alguien va caminando por el lugar; al fin y al cabo, es esta una zona de nadie.

La panadería El Pasaje es una de las más afectadas. Las propietarias limpian la entrada que da a la carrera 16 apenas llegan; pero los defecadores actúan rápido, con maestría y cuando, entre servicio y servicio, ellas miran, allá está su obra, perfecta, cónica, piramidal. Mister Pompy, por fortuna, no tiene esa vista panorámica.

Las cacas a veces son varias, están en grupos; aunque en ocasiones las hay solitarias, estoicas, que tal vez sienten el repudio de la gente, que se niega a mirarlas, porque se cree más que ellas, aunque si son analizadas a profundidad, tal vez vienen siendo lo mismo, absolutamente nada, diminutos puntos en el universo.

Los libreros están hartos, pero no le dan la espalda a su realidad. Mantienen su puerta trasera abierta, la que da al pasaje, y todas las mañanas, a las ocho en punto, la abren y los recibe el golpe fétido, esa brisa de vertedero que entra por la puerta que solo por licencia poética no hacen clausurar, porque saben que para quienes por allí transitan de manera desprevenida este es sin duda una salvación, un oasis en aquel territorio minado.

Después de una infructuosa lucha, el notario cuarto hizo la fácil, cerró la puerta que da al callejón, que no ha vuelto a abrirse; dos deposiciones negras, estáticas, como soldados de una guardia presidencial, así lo confirman; de allí que este artículo se titule “La Notaría Cuarta da fe de que el Pasaje Yanuba es una letrina”, porque lo sabe, así lo quiera ocultar.

El pasaje está cerca de los centros de poder, de bonitas cafeterías, de elegantes casinos, de oficinas de abogados; a cuatro cuadras de la alcaldía de Armenia y del concejo municipal. Si se le busca desde Ventanilla Verde, el ágil informador de seguro dirá señalando: “Queda al fondo a la derecha”.

Las cagadas aumentaron en la pandemia, cuando los indigentes fueron los amos y dueños de la ciudad y formaron allí una especie de cofradía, una guetto donde comían, reían, se drogaban, dormían, tenían sexo y defecaban.

Pospandemia, después de una cosecha cropológica, tras la reapertura, la regularidad ha bajado, en promedio aparecen dos diarias; pero si hay puente, el número aumenta, y los libreros han llegado a una conclusión, los lunes festivos son de los preferidos por los seres escatológicos para ponerse allí de cuclillas, en sentadillas profundas.

Todo queda grabado. Los libreros lo observan en vivo y en directo, pues tienen instalada en sus celulares una aplicación con la cual pueden ver el pasaje las 24 horas. Hace unos días, varios de ellos vieron por sus celulares a un hombre agachado, pero al analizar el video, comprobaron que solo se había sentado: lo salvó el VAR. Les llegan las imágenes de unas cámaras de seguridad que instalaron en el pasaje haciendo vaca, pues si seguían esperando la reacción de la alcaldía, aquel icónico lugar de la ciudad seguiría, de forma más acelerada, volviéndose literalmente una mierda.

GS Oliver

Comunicador social – periodista

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