Dicen que la justicia es ciega y está ebria

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La justicia no es moral, y prueba de ello es que los abogados tienen la obligación legal de proteger a sus clientes, aún si estos son culpables, lo que muchos delincuentes les confiesan al oído, pero lo más curioso es que no por ello los profesionales del derecho pueden ser calificados de inmorales, pues su actuación está amparada por un acuerdo centenario que les da al ser cuestionados la garantía fácil de poder responder, “simplemente estoy haciendo mi trabajo, proteger los derechos de mi cliente y defender la causa de la justicia”.

En Armenia, la abogada de la mujer sin licencia de conducir que en estado de ebriedad manejaba una camioneta de alta gama sin seguro obligatorio, que estrelló dos carros, con solo daños materiales, en la carrera 19, en inmediaciones de CRQ, y que con dolo huyó pasándose un semáforo en rojo y aceleró a fondo, superando los límites de velocidad, para terminar unos metros más adelante invadiendo el carril contrario y embistiendo dos motocicletas, quitándole la vida a un padre de familia, lo primero que hizo fue alegar que la captura fue mal ejecutada.

Qué fácil decapitar la moral para ser el escudo de una delincuente que no escuchó los ruegos de la primera mujer que accidentó, y siguió su marcha pasando por encima del vehículo en el que esta se movilizaba. Y no critico a la persona, a la abogada, hace lo que debe hacer, desarrollar su profesión con las herramientas que le fueron dadas, critico a un sistema indolente y claramente injusto del que ella hace parte y en el que para sobrevivir debe aprenderse todas las jugadas existentes.

No por nada, para amparar aún más este tipo de actuaciones centenarias, la justicia ha sido representada como una mujer ciega que sostiene una balanza, para connotar que no distingue entre las personas y aplica la ley de forma equitativa y con el mismo rasero; y no por nada, igualmente, el proverbio “hecha la ley hecha la trampa” hoy está más vigente que nunca en el Quindío, en Colombia y en el mundo.

Es el derecho una carrera fundamental, pero qué oscuros sectores tiene, rincones en tinieblas donde las leyes conviven con las trampas dentadas y explosivas, que atrapan a la justicia haciéndole daño, pero como esta al fin al cabo no siente, es etérea, los que sufren y mueren son aquellos a los que irónicamente debe cobijar, como don Arlex, que cuidaba vehículos a las afueras del supermercado Laureles, y que fue sentenciado a muerte por una ebria, aunque era enteramente inocente.

La justicia supuestamente es ciega, pero o ve por entre la venda o después de tantos años ha desarrollado sus otros sentidos, pues parece sentir de manera intensa el aroma de los bandidos, y algo le atrae de ellos porque tiende a protegerlos, inclinando la balanza a su favor. Es necesario que incluyan a esta supuesta invidente en la lista de espera de trasplantes y la favorezcan con unas córneas, o simplemente le quiten la venda de sus ojos, que al fin al cabo no siempre la ha portado, pues apenas hace 481 años al escultor Hans Giengen se le ocurrió impedir que mirara.

Es más, si llevamos el análisis más a lo profundo, sin bien la justicia es ciega, no podemos olvidar que no es un ente con vida propia, es como una escultura hecha por humanos, como sus autores y sus elementos constituyentes, quiero decir que así como un castillo de arena es hecho con granos de arena, la justicia es hecha con personas y la mayoría de estas sí  pueden mirar, como mira el fiscal que fue blando con Melissa Cortés, al imputarle homicidio culposo agravado, sin el evidente dolo; como mira la abogada cuyo objetivo es dejarla en libertad o como miraba el mismísimo caudillo Jorge Eliécer Gaitán cuando, en la madrugada del 9 de abril de 1948, horas antes de ser asesinado, consiguió la absolución de un militar que había matado a balazos, en Manizales, 10 años antes, al periodista Eudoro Galarza por una nota que se publicó en su medio, La Voz de Caldas, denunciando maltrato a un soldado. La tesis jurídica de Gaitán fue la legítima defensa del honor militar, ¿pero está esto por encima de la vida?

Por ello quienes ejercemos el periodismo no podemos permitir que nos pongan un bozal, que nos impongan una manera de actuar, amparada en la falsa objetividad; yo, por mi parte, estoy con Arlex y los millones de colombianos que no queremos ser atropellados por una ciega sin documentos y embriagada de poder.

Columna para Quindío Noticias.

GS Oliver

Comunicador social – periodista

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