En la tapa dice Telearmenia, pero esa empresa ya no existe; como sociedad anónima, fue matriculada el miércoles 19 de mayo de 1982 en la Cámara de Comercio de Armenia, pero ya fue liquidada; entonces ¿quién es el responsable?

Desde las Empresas Públicas de Armenia, EPA, afirman que esa recámara no les pertenece, que no es de ellos, razón por la cual no la intervinieron en días pasados cuando hicieron un reparcheo; y hoy, un día después de la desgracia, de ocasionar la muerte de la señora Gladys Londoño, tras provocar la caída de una moto, y el posterior accidente con un camión, sigue allí, impune.

Ninguna entidad se ha pronunciado al respecto de manera oficial. La Alcaldía no ha dicho nada serio. El jefe de prensa de EPA se aventuró a decir: «Lo que sea, no es de EPA». Pero ni su respuesta ni el silencio de la alcaldía son suficientes, incluso son ofensivos, pues una madre murió y no hay empatía, solo indolencia.

Hablan de los armenios como un todo, pero a la hora de mirar al individuo, a cada ser, lo invisibilizan, lo ignoran, lo repudian de la misma forma en que en días pasados el secretario de Gobierno de Armenia, Andrés Buitrago, repudió al periodista Álvaro Niño, quitándole la mano de su hombro, con asco, cuando este lo saludaba e intentaba preguntarle por temas de seguridad.

Lo mismo sucede con los habitantes de la calle: los miran como un grupo sobre el que hablan bonito, pero yendo a los casos individuales, estos les causan roña, tanto así que permiten que hombres y mujeres fallezcan en los andenes o en sitios públicos, como cuando por negligencia José Adolfo Suárez amaneció muerto en el parque de El Limonar, ignorado por la Alcaldía, que fue llamada por la comunidad, pero que lo atendió a medias, como si no valiera nada.

De regreso al caso de la dama, la vía del accidente, que del barrio Miraflores lleva hasta Mercar, es un caos en ambos sentidos, es un campo minado de huecos y transitarlo da miedo: es un cara y sello con la muerte, una ruleta rusa. Y ese hueco, sea de quien sea, es una trampa mortal, y ¿de quién es esa calle? Está claro que es de Armenia, ¿de quién más?

GS Oliver

Comunicador social – periodista

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